24.9.10

Dieciocho. [2ª Parte]


Justo en ese momento se abrió la puerta de mi habitación, me asusté tanto que me escurrí del cojín y caí al suelo; rápidamente intenté taparme como pude con la camiseta mojada que aún estaba en el suelo. Era mi primo Adrián, aquel con el que había follado varias veces delante de las narices de mis tíos. Aquel día encima del capó de su coche es un claro ejemplo de todo lo que estoy contando. Íbamos de acampada a un lugar perdido del bosque, llegó la noche y Adrián y yo, con la excusa de que nos molestaban los mosquitos, decidimos dormir en el coche, a salvo de todo bicho viviente; sus padres y su hermana dormirían todos juntos en una tienda de campaña, a pocos metros del coche.

Cuando empezó a oscurecer y ya estábamos acomodados en el coche empecé a tener calor y a mí, que no me da vergüenza nada, no me importó quitarme la camiseta del pijama para estar más fresquita; al fin y al cabo estábamos en familia. Al poco rato noté que algo me tocaba la pierna, primero suave y tímidamente, y después empezó a subir y a sobarme el culo. Sabía de sobra que era él, y también sabía de sobra que los pantalones cortos que había elegido para esa noche, de esos que dejan asomarse una parte del culo, lo habían puesto a mil. Me hice la dormida mientras disfrutaba del calentón que le había provocado a mi primo.

De mi culo pasó a estrujar mis tetas sin ninguna contemplación, parecía querer que me despertara y que le siguiera el juego. Lo hice.
Abrí los ojos y con una mano me desabroché rápidamente el sujetador, mis pechos se liberaron de la presión que ejercía en ellos la ropa interior y reposaron en su cara, empezó a lamerme los pezones como si se le fuera la vida en ello y yo, que ya tenía el coño demasiado mojado por la excitación, le pedí que fueramos fuera del coche, y que me follara duro contra el capó del coche de sus padres; que me la metiera bien hasta adentro, que me mordiera los pezones, que me cojiera del pelo y me llamase "su putita" mientras devoraba su enorme polla... Sí, eso es lo que a mí me gusta.

Aquella noche en mi cuarto después de que me encontrara desnuda, mojada y masturbándome no preguntó,  simplemente se acercó a mi con una erección más que evidente y con voz amenazante me volvió a llamar "su putita" y me ordenó que lo esperara en la cama.

Dieciocho.

Yo no tengo dieciocho. Nunca jamás le preguntes la edad a una mujer, asi que de todas formas hagamos como que los tengo.

Trabajo de camarera en un pub de mi ciudad y termino bastante tarde, eso de que tu turno siempre termina a las once y entonces llega el chico que conociste esa mañana para invitarte a tomar unas copas es solo una leyenda urbana, créeme.
Aquel dia era Nochevieja y quedé con mi familia como todos los años para cenar juntos y dar la bienvenida al nuevo año; como te puedes imaginar, llegué tarde. Las once y media y aún me quedaba un rato para llegar a casa, llovía y mi movil se estaba volviendo loco con las perdidas de mi madre, que debía de estar histérica.

Llegué a mi casa y subí corriendo a mi habitación a darme una ducha mientras oía a lo lejos los gritos de mi madre y a Antonio, su nuevo novio, intentando tranquilizarla; cerré la puerta de golpe y preparé mi ropa para la cena: unos vaqueros largos, una camisa rosa de esas que se transparentan si no llevas nada debajo, los botines nuevos y ese conjunto de lencería que mamá me prohibió comprarme por ser demasiado provocativo.

Me desnudé y me miré en el espejo, estaba mojada por la lluvia y el frío hacía que mis pezones estuvieran en punta; siempre me ha excitado mucho verme desnuda.

El grito de enfado de mi madre diciendo que no me esperarían para cenar y que tardara cuanto quisiera me sacó de mi nube, para dos segundos después sumergirme en otra aún mejor. Ahora tenía todo el tiempo del mundo para admirar mi cuerpo frente al espejo y relajarme después de la dura semana de trabajo que había tenido. Me senté en mi cojín hinchable, frente al espejo, y empecé a masturbarme.

Nunca había conocido a ningún hombre que supiera provocarme más placer que yo misma, ninguno de ellos sabía como tratarme; muchos regalitos, cenas y algún rato de sexo, como a la mayoría de las chicas con las que salen. Eso me daban. Sin saber que yo lo único que quería era una polla bien dura con la que poder jugar todo el dia.

Mis dedos bajaban lentamente por mi barriga disfrutando de cada una de las caricias hasta llegar a mi coño, depiladito, como a mí me gusta verlo; bajaron a mi vagina y recojieron parte de los fluidos que chorreaban ya por mi culo, después subieron hacia el clítoris y lo empaparon con ellos.
Era increíble el placer que sentía con solo unos roces de las yemas de mis dedos... lo apretaba, lo masajeaba, metía dos y hasta tres dedos en mi vagina, y cuando notaba que iba a correrme paraba para desear más y más... adoro que me dejen con la miel en los labios, me pone muy cachonda, así siempre puedo tomar mi revancha y devorarle la polla sin piedad al tipo que lo haga.


[Continuará ~>]